martes, 13 de noviembre de 2012

Dramas de una lolita (?)

Tenia medio abandonada esta cosa, el tumbrl tiene la culpa de ellos, pero en fin, luego de muuucho tiempo vuelvo a escribir.

Se supone que una debe escribir cosas lindas y felices, o esa era la idea principal, pero estaba un tanto molesta, y tenía ganas de escribir esta molestia.

"Gloria Trevi", ese fue el gatillante de todo. Hace algún tiempo adopte el lolita, pasé por el periodo de "quiero vestirme como una, pero me da vergüenza" y ahora, tremulamente visto como una *orgullosa*. La cosa es que en mi casa nadie se inmutó cuando esto sucedió, pero se supone que eso no es bueno, no.

Y, es que estando en la tranquilidad de mi habitación mi santa madre comenzó decir de que ya era una mujer grande y porqué no vestía como lo hacen las niñas de mi edad, y que se no me daba cuenta que parecía "Gloria Trevi".

No es que tenga contra esa artista, pero, es bastante molesto que tus padres se molesten porque vistes distinto al común de la gente. Supongo, que esto es parte del largo camino que debes recorrer cuando optas por ser distinto.

Espero no haberlos aburrido mucho con esto (si es que alguien llega a leerlo alguna vez xD)

Muy buenas noches gente

domingo, 29 de julio de 2012

Historia sin nombre

Hace frío en el ambiente, mas estando junto al fuego este no se siente. Ams, estoy poco creativa, creo que las vacaciones me tienen un tanto ... floja ... pero eso no impide que me entregue a ustedes (?).

Bueno, menciones especiales ...
1.- A Alice - chan, quien espera impaciente cada capítulo.
2.- A mi querido Alex ... *Peter I <3 you*
3.- Y todos quienes me siguen ... se les quiere.

Comentarios precios a la entrega ... Jun-sama:  ¡¡¿¿Por qué me haces sufrir tanto con Pandora Hearts??!! ... siento que moriré ... aaaaahhhh, esa historia se torna cada vez más "terrible" ... *no me hagan caso, estoy algo loca*.

Y para despedirme ... Disfruten este 7° capítulo de esta "historia sin nombre" ... que está hecho con todo cariños para ustedes! n.n




VII
Renacer

No pensé que ella hablara en serio, todo parecía tan irreal, pero su actitud al contarme todo aquello, no hacía nada más que reafirmar que lo que había dicho anteriormente, era cierto.
– No puedo creerlo – titubeaba – no es posible.
– Sí, yo tampoco podía creerlo. – me miró resignada.
– Pero, ¿qué pasó entonces? – no podía aguantar la curiosidad.
– Pues, verás, como recordarás yo detestaba todo a mi alrededor. Y aquello puso fin a toda aquella desdicha.
– Y, ¿quienes eran ellos? – mi mente se nublaba, había muchas cosas que quería saber.
– Bueno, creo que lo más adecuado sería que continuara con la historia –arqueó una ceja- Así que ahora cerrarás esa pequeña boca que tienes y me escucharás atentamente.
– En que quedamos, ah si, ya lo recuerdo… aquella noche, y aquel sujeto - suspiró-
Recobré el conocimiento al cabo de unos días, en aquel momento no sabía que pasaba. Abrí los ojos, y me di cuenta que no estaba en mi habitación, estaba en una habitación amplia, con una exquisita decoración. Yo, me sentía confundida, quise levantarme, pero me desvanecí en el acto, sentí que algo andaba mal, mi cuello se sentía extraño, por esto me llevé la mano a este, lo toqué, y ahí estaban, las marcas de una mordida. En aquel instante no pensé que fueran nada raro, podría habérmelas hecho luego de perder el conocimiento, no lo tenía claro en realidad.
Entonces, entró en la habitación. Estaba asustada y confundida, pero él acercó a la cama en la que me encontraba y se sentó.
                – Cálmate, no tengas miedo, todo está bien – dijo en tono tranquilizador.
Él extendió una de sus manos, pero yo me corrí, él no se inmuto, siguió igual de tranquilo que al comienzo. Esto hizo que paulatinamente me sintiera mucho mejor, ahora que lo pienso, esto era de esperarse. Él era un vampiro anciano, y una de sus habilidades era precisamente esta, el poder calmar a las personas.
– ¿Quién eres? – le pregunté.
– Soy Leandro – respondió calmadamente.
– Dime, ¿qué hago aquí?, ¿dónde esta ese hombre que encontré luego de que me dejaras en la plaza? – las preguntas eran tantas que no sabía por donde comenzar.
– Bueno, verás, aquella tarde, luego de que hicieras caso omiso a lo que te dije, fuiste atacada por ese hombre – su cara cambió, sólo por un instante a una expresión de odio – Yo te encontré en aquel callejón, estabas inconsciente por eso te traje a este lugar, mi casa.
– ¿Quién era él?, ¿por qué te llamaba a ti?, ¿acaso son enemigos? – continuaba interrogándolo.
– Él es Christian, alguien con quien no tengo una muy buena relación, al menos eso te puedo contar por ahora – me sonrió – Por cierto, ¿cómo te sientes? – cambió el tema de raíz.
– Ah, bien, algo mareada, y con algo de hambre, creo.
– Descansa, te traeré algo de comer – se retiró de habitación.
Todo aquello era tan confuso. Dormí por mucho rato. Cuando desperté, ahí estaba él, con una bandeja de comida suculenta. La comí, pero persistía una extraña sensación en mí, no podía describirla en ese entonces, pero ahora si lo tengo muy claro. Algo se sentía extraño en mi garganta, era una especie de sed, de hambre que persistía aun cuando Leandro trajera exquisitos platillos, era como un calor que no se aplacaba con la bebida. Esto me extrañaba, así que se lo comenté a Leandro. En aquel instante su cara se desfiguró, era una mezcla de miedo y desesperación, sólo recuerdo  haberlo visto así dos veces en la vida; en ese momento y cuando nos separamos.
– Iré a buscar algo – dijo mientras mantenía esa sombría expresión en su rostro.
Regresó con una copa, y me la dio para que la bebiera. Yo confiaba ciegamente en él, así que sin dudarlo bebí de esta. Lo que sentí en ese instante fue como beber agua en un día de calor, cómo lo que ha de sentir aquel hombre perdido en el desierto sin agua al encontrase con un pequeño oasis en la nada. Sentí un placer inexplicable, aquella sensación en mi garganta disminuyó en la medida que bebía, me sentía… ¿feliz?
– ¿Qué me diste de beber? – pregunté.
– Sangre – respondió, sin no antes empeorar la expresión en su rostro.
– S …  sa … ¿sangre?… que diabl… - me interrumpió.
– Tenía la esperanza en que no lo hubiera concluido.
– ¿Concluir qué? – comenzaba a asustarme.
– El rito.
– ¿Rito?, no entiendo ¿Qué me está sucediendo, Leandro?
– Pues, verás, tu eres una vampiresa – nuevamente esa expresión de dolor cruzaba su rostro.
– ¿Vaam… piresa? – pregunté extrañada.
– Sí, en eso te ha convertido, Christian, aquella noche en que te dejé en aquella plaza.
– No, no lo comprendo del todo, ¿cómo pudo haber ocurrido?
– Verás, para que un vampiro nazca, es necesario que uno de ellos beba tu sangre hasta que quedes en un estado en el que “estés a punto de exhalar tu último respiro de vida”, es ahí cuando este da de beber su sangre. En ese momento tu cuerpo comienza a transformarse, deja el estado terrenal, la debilidad de los humanos y se convierte en algo más poderoso.
– ¿Ah?
– Aquella noche, sentí un aroma embriagante, el de la sangre fresca, lo seguí, y ahí estabas, en aquel callejón, extendida sobre el suelo y Christian aún sobre ti. No pude saber en ese instante si tan sólo había bebido tu sangre, o si había completado el rito. Lo enfrenté, luchamos y logré traerte conmigo. Albergaba la esperanza de que siguieras siendo humana, pero, cuando dijiste que sentías ese ardor en tu garganta... lo supe, eras una de las nuestras.
– Pero, ¿por qué yo?
– Eres especial, habitualmente no prestamos atención a los humanos, sólo acudimos a ellos cuando el hambre es insoportable, pero tú eras especial, destacabas entre aquellos humanos preocupados por sus tristes y limitadas vidas.

Luego de aquello, visité mi familia, no porque los extrañara, sino que deseaba traer algunas cosas que eran mías, y sentía me hacían falta, tal vez, por mera costumbre. Mis padres ni se inmutaron ante mi presencia, yo, no estaba interesada.





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Gracias por leer ^^

sábado, 14 de julio de 2012

Historia sin nombre

         Hoy vengo con aires renovados, es verdad que había tenido un ánimo un tanto decaído y me sentía un tanto vil y cruel, pero a la luz de los hechos debo sentirme ultra feliz, dichosa de las decisiones tomadas lo que demuestra que he crecido un tantito.

         Esta entrada, queridos míos va dedicada a dos personillas importantes:
1.- Mi Alec - Peter  Pan - por apoyarme todo este tiempo y creer en mis decisiones.
2.- A Diego, quien me convido unas exquisitas galletas de chocolate caceras con relleno de crema, lejos, lo mejor que he probado en mi vida (deberías darme la receta xD)

        Así que, sin más preámbulos, les dejo el siguiente capítulo de esta apasionante historia:



VI
Ocaso

Estábamos en la habitación, aun cuando Amanda me llamaba a menudo no podía estar todo el tiempo acá conmigo. Eleanora se había vuelto un pilar fundamental para mí. Me daba esa sensación de protección que sentía junto a Allan. Aunque, desde ese día en que dijo que era un vampiro estaba algo alejada. Manteníamos la rutina que habíamos adquirido en la ausencia de Allan, ella se acostaba en la cama mientras yo, sentada en una mecedora, terminaba mis trabajos pendientes.
De improviso ella se paró delante mío, lo que me sorprendió.
– ¿Quieres saber la verdad, de cómo toqué fondo? –dijo esto mirándome intensamente, mientras deslizaba su índice por el borde de mi mandíbula.
– Te refieres a … - un escalofrío recorrió mi cuerpo.
– Si, me refiero a eso.
– Entonces …
– Está será una larga historia, tan larga como los años que llevo viviendo en esta mentira.
– No comprendo – la miré extrañada.
– Te diré el comienzo de todo.
– ¿De cómo te convertiste en…?
– Sí, exacto –me cortó en seco-, pues, por dónde comenzar. Creo que debería decir que mi vida siempre fue una mierda. Mi vida humana. Mis padres habían perdido toda esperanza en mí, no los culpo realmente, ellos preferían llevar esa vida llena de falacias. En aquellos años mientras más estatus tuvieras, mucho mejor. Mis padres tuvieron la desgracia de tener sólo hijas, yo era la segunda.
Mi hermana mayor, una sometida, fue obligada a los 12 años a casarse con el primer anciano con plata que se cruzó en el camino.  Ella lo conoció apenas días antes de la boda. Él, tenía ya dos matrimonios previos, todas mujeres jóvenes, todas murieron. Mi hermana, pobre imbécil, lloró todo un día, toda una noche, mis padres la encerraron en el sótano hasta que recapacitara. La dejaron salir el día de la boda. Nunca más la vi.  Después del matrimonio, él desapareció con ella, mis padres se conformaron con que ella “viviría una vida mejor”.
Mis hermanas pequeñas, no corrieron mejor suerte, desde que vieron la luz de este mundo ya estaban comprometidas, al menos ellas corrieron la suerte de ser casadas con alguien de su edad. Con esos matrimonios su estatus aumento mucho, podían asistir a fiestas, y darse la gran vida.
Y yo, ¡aaahhh!, sería la esposa ideal de un hombre 10 años mayor. Si lo vemos bien, no corría tanta mala suerte, comparada con mi hermana mayor, pero esa vida… realmente la odiaba. Odiaba ver a mi madre esmerarse en que fuéramos unas mujeres perfectas, en que camináramos derechas, que nuestra ropa nunca tuviera una arruga, que fuéramos el consuelo de nuestros esposos, aun cuando eso significara ofrecer nuestro cuerpo a su voluntad.
Tenía 8 años, me enseñaban el cuidado de la ropa, a lavarla, poner el apresto para que quedara perfecta y posteriormente el planchado. Recuerdo haberme entretenido con el gato de la casa mientras planchaba y la ropa se quemó. Mi madre enfureció, mis hermanas se reían, y yo, obligada a arrodillarme sobre esos granos de arroz toda una tarde. Comprenderás que luego de un rato esos granos dejan de ser una molestia y se convierten en una tortura, se clavaban en mis rodillas, cuando ya fue de noche levantaron el castigo, mis pequeñas rodillas sangraban, mi madre parecía muy satisfecha por haberme enseñado a no quemar la ropa.
Tiempo después, quemé la comida que se serviría a la visita, esto si que la enfureció, no recuerdo haberla visto así en mi vida. Aquella vez comenzó por darme una bofetada, y luego encerrarme en sótano. Sabía lo que eso significaba, estar un día entero como mi hermana encerrada. No quería estar ahí, no quería ser como mi hermana y observar todo tan calmadamente. Busqué, busqué y seguí buscando hasta que encontré un pequeño agujero que daba con el patio trasero de la casa, esa fue la primera vez que huía, que dejaba todo atrás, sin importar que fuera de mí.
Caminé, caminé, caminé y no paré hasta que me di cuenta que estaba perdida, bien perdida. No importaba, no estaba en ese detestable sitio. Me recosté en el umbral de una puerta, era tarde y estaba asustada, pero sabía que nadie vendría por mí. Y así, pasé mi primera noche de… ¿libertad?, puede haber sido eso, tal vez fue el primer paso que di hacia la perdición. La cosa, es que al día siguiente, continué caminado y llegué al atardecer a mi casa. Mi madre estaba enfurecida, la bofetada del día anterior era una caricia a lo que viví a mi regresar. La miré con todo el odio que guardaba hacia ellos, disfrutaba sus golpes, en realidad ya había perdido hace mucho tiempo el cariño que albergaba por ellos.
Esta se repitió muchas veces, mi prometido se casó con otra, abandonó lo que habían preparado para él, bueno, él era hombre yo una mujer; él podía pensar yo ni siquiera debía saber que era eso, él podía decidir que hacer con su vida, podía revelarse y buscar nuevos horizontes, y lo consideraban un visionario, en cambio si yo lo intentaba una vil puta.
Tenía 20 años, estaba planeado, era demasiado vieja para ser atractiva para un hombre, así que, el tener una hija monja también podía significar algo de estatus. Estatus. Yo como siempre, huí de la casa, en realidad se había vuelto una rutina para mí. Y ahí lo vi. Caminando entre la multitud, destacando entre todos, nuestras miradas se cruzaron un segundo, sólo uno, que hizo que aquellos tibios sentimientos que alguna vez vivieron en mi recobraran algo del espacio perdido.
Regresé a mi casa, a mis padres ya ni les importaba que fuera de mi vida. Ahora, lo único que importaba era el nuevo embarazo de mamá. Ella a sus 35 años debía extremar sus cuidados, y no preocuparse por mujerzuelas como yo (amaba tratarme de esa forma de un tiempo a esta parte). Eso significaba un alivio para mí, dejé de ser el centro de atención. Claro, sólo me hablaban para recordarme el deshonor que significaba para mi familia.
Ese día, vinieron las monjas a hacer una última vista antes de llevarme al claustro. Querían asegurarse que yo (mis padres), estaba completamente segura del importante paso a  tomar. Mis padres, no se cansaron de asegurar que el hecho que no tuviera marido a esta edad era un designio divino, y que debía consagrar mi vida a la contemplación.
Esa tarde hui, fui a la orilla del río, ese lugar me tranquilizaba, imaginaba ser una de esas gotas de agua y fluir, irme lejos de aquí. Cuando, de repente, alguien tocó mi hombro y me habló al oído. Era un hombre seductor, pero algo me inquietaba en él.
– ¿Qué haces aquí?, ¿no sabes que hay gente mala?, es una suerte que te encontraras conmigo –sonreía.
– Yo, verá…  –estaba asustada.
– Deberías regresar a tu casa, puedo acompañarte, esta haciéndose tarde – comenzó a tocar mi barbilla.
– Déjeme –no podía gritar.
– ¡APARTATE!
Era él, aquel hombre que le dio un pequeño algo de color a mi vida días atrás, estaba ahí, ¿estaba ahí?, ¿estaba protegiéndome?, algo andaba mal, pero en aquel instante no lo noté.
– ¿Te encuentras bien? – dijo tomando mi mano, ayudándome a levantarme
– Sí – dije aún aturdida.
– Ven conmigo, te dejaré cerca del centro de la cuidad, ahí estarás segura – dijo esto mientras apoyaba su mano sobre mi cabeza.
– Gracias.
Sin saber por qué, confiaba en él, me daba una extraña sensación de tranquilidad que había perdido muchos años ya.
Llegamos al centro de la cuidad, y se despidió de mí. Quedé ahí, de nuevo, sola. No quería regresar a mi casa. Seguí vagando, estaba oscuro, no regresaría aquella noche, a nadie ya le importaba. Caminé, caminé, caminé y terminé en un callejón que nunca había visto.
– Señorita, ¿dónde está su guarda espalda?, que estúpido más grande, ¿creía que dejándote en aquel lugar no te moverías? – hablaba irónicamente-
– Aléjate – apenas salía mi voz.
– Deberías aprender a escoger con quien te juntas – se comenzó a acercar lentamente.
– Aléjate.
– LEANDRO!!!, APARECE, QUE NO SABES CUAL SERÁ EL RESULTADO DE TODO!!! – se acercó a mi me miró …


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"Gracias a los que se han tomado el tiempo de leer n.n"

jueves, 5 de julio de 2012

Historia sin Nombre


Una nueva entrada ha llegado, acá desde la uni, me dirijo a ustedes para comentarles que tenemos una nueva entrada! Tadan!!!!!
Ams, cada wvez este drama se vuelve más dramático, toda una "dramacicitud" ... en fin.
Esta semana quería agradecer a Tania Alicia, quien se siente identificada con nuestra querida Matilda, ella se estresada cada vez que intenta descubrir algún nuevo dato de esta historia y sólo recibe evasivas! Esa es la idea querida!!
Bueno, dejando de lado todo este "bla, bla" previo, acá el nuevo capítulo.


V
Eleanora

Era el primer día de invierno, parecía que el cambió de estación se marcaba con más frecuencia de lo usual; Allan, acababa de marcharse, y yo bebía café con Eleanora. No podía sentirme triste, algo lo impedía.
        ¿Qué hacías llorando? – preguntó.
        Allan, se fue al extranjero y yo lo vine a dejar – miraba la taza de cappuccino que estaba bebiendo.
        Mmh – arqueó una ceja – pero tu “expresión” despedida era como si no lo fueras  a ver nunca más – dijo suspicaz.
        Bueno, me cuesta algo decir esto – no encontraba que fuera apropiado contarle algo así.
        Acaso, ¿no puedes confiar en mí? – me miraba fijamente.
        Allan, se fue al extranjero, una beca  a Ámsterdam, él recién me dijo ayer de ello, y que su viaje era hoy – las palabras fluían, sentía que podía confiar ciegamente en ella.
        Te lo dije hace un rato, ellos con así, ni él pudo cumplir su promesa
        No digas eso, él lo hizo para protegerme, no quería que yo sufriera – ¿cómo podía decir eso?, pensaba en ese instante.
        ¡Ja!, ¿y es por eso que se fue?, ¿por eso escogió el último día para decírtelo? – su mirada era desafiante.
        ¡ALLAN NO ES ASÍ!
        Yo también pensaba así, pero él me traicionó
        ¿Allan?, ¿a ti? – no entendía nada.
        Suspiró algo irritada – Claro que no me refiero a tu novio, pero mucho tiempo atrás hubo un hombre que me lo dio todo, prometió estar conmigo siempre, aun así partió, dejándome a un lado, claro, él también lo hacía por mi bien – dibujaba el borde su taza con uno de sus finos dedos.
        ¿A qué te refieres?
        Verás, años atrás, antes que tú nacieras, yo vivía en un pequeño pueblo, ahí conocí a un hombre, digamos que fue mi salvador, fue un salvavidas para mí.
        Espera, acabas de decir, ¿Antes que yo naciera? – ella estaba loca eso era claro – estás  loca.
        ¿Loca?… vamos a otro sitio, hay algunas cosas que debo contarte.

Llegamos a la casa que le arrendábamos, ella no me dirigió ni una palabra durante el viaje, yo tampoco me atreví a hablar. Lo último que me dijo, era una locura de eso estaba seguro, mas ella insistía en hablar.
        Abre – dijo mirando la casa.
        ¿Vas a entrar? – vaya pregunta idiota.
        ¿Qué esperabas, que me quedará acá afuera y te gritará hacia adentro? – dijo sarcásticamente.
        Lo… lo siento –abrí la puerta de la entrada principal-

Ella entró a la casa con completa naturalidad, recorrió el pasillo y abrió la primera puerta del lado derecho de este, entrando en el salón. Este de un color celeste, muy alto.  Los muebles, eran los originales (a pedido de Eleanora), el techo era blanco y estaba decorado por diseños florales pintados a mano. La pared que daba a la calle estaba cubierta por ventanas alargadas que por fuera llevaban barrotes con finos diseños. Se sentó en el sillón que estaba frente a la chimenea. Me hizo una venia para que me sentara en el sillón que estaba al lado.
        Sé que no me crees nada – se limitó a decir.
        ¿Y cómo se supone te crea si dices que ocurrió antes que yo hubiera nacido?
        Ams, vaya lío en el que te has metido Elenora – se dijo para si – pues, verás, soy una vampiresa – dijo esto como quien comenta el estado del tiempo.
        Vampiresa – está loca de remate pensé – claro, y viviste en esta casa y lo de tus abuelos era sólo una farsa – acaso pretendía reírse de mí.
        Sí, es la verdad, sé que es difícil de creer, pero no tengo razones para engañarte.
        Ya, y suponiendo que lo que acabas de decir es cierto, ¿cómo podría yo corroborarlo? – no creía ni una palabra de lo que ella me decía.
        Así

En ese instante se abalanzó sobre mí, tumbándome sobre el sillón, abrió su boca justo junto a mi cuello, podía sentir la presión de sus dientes sobre mi cuello.
        ¡¡AAAHH!! – ahogué un grito.
        JAJAJA! ¡Que divertido es hacer esto! – acarició mi mejilla – ¿qué vas a hacer?, saldrás gritando a la calle para que alguien te salve – volvió a su sillón.
        Tragué saliva- ¿qué quieres de mí? – fue lo único que atiné a preguntar.
        Nada realmente, nuestro encuentro ha sido mera casualidad – parecía divertida.
        ¿No vas a hacer nada conmigo?
        De haber querido hacer algo, ¿no crees que ya lo hubiera hecho?, bueno, jugar con la comida no es tan malo si lo piensas, pero no, ya dejé las andanzas – su rostro volvió a la seriedad.
        Entonces …
        Sólo quería conversar contigo, no podía hacer todo este jaleo en el aeropuerto
        ¿Y cómo es que… tú te convertiste? …
        Sht – llevó uno de sus dedos a mis labios – Eso lo sabrás, pero a su debido tiempo, sólo te contaré lo que pasó con él, con Leandro – se volteó hacia la chimenea.
        De acuerdo
        Verás, yo nací hace muchos años, tenía tu edad cuando fui convertida, Leandro me salvó, fue un padre para mí. Vivimos muchos años juntos, pero un día dijo que se iba, que lo hacía por mi seguridad, que quería que fuera feliz, y cuando él era mi felicidad partió sin más – parecía triste.
        Ya veo – aun me costaba asimilar todo aquello – él, ¿murió?
        No, él también es como yo, un vampiro, aunque claro, mucho mayor.
        Y …
        No estaba preparada para esto, digamos que juntos conseguimos grandes cosas, haciendo muchos enemigos en el camino, esto mismo hizo que no separáramos. Eso te puedo contar por ahora – dio finiquitado el asunto.
        Y ¿cómo era él?
      Jajaja, que insistente eres, a ver veamos. Supongo que deseas saber como era tanto físicamente como su personalidad. Por donde comenzar. Bueno, él siempre parecía bastante serio, aun cuando hablara muchas cosas graciosas él siempre se mantenía serio, lo que lo hacía ser bastante cautivante, bueno, las historias que contaba, la gente con que se reunía, el mundo en que vivía todo lo hacía sumamente cautivador. Aun así, él siempre tuvo ojos para mí, desde el momento en que entró a mi vida, su sola presencia me tranquilizaba, me daba seguridad, el tocar de sus manos, hacía que cada centímetro de mi cuerpo cobrara vida, su aroma, su cuerpo … su cabello caía sobre su hombros, de un hermoso castaño, sus ojos grises, eran como un mar profundo en que te podías dejar perder …

Repentinamente ella se fue, tomo su cartera se despidió y se marchó. Nunca la había visto sufrir tanto, a cada cosa que recordaba de él ella se volvía más frágil, nunca más volví a verla de esta forma, sólo aquella primera vez en que me contó de Leandro.

Y así pasó el tiempo, Amanda llegó al día siguiente, Allan la había llamado, mi amiga desde el primer día de la universidad, estaba ahí, se quedó una semana, luego se marchó. Durante este tiempo Eleanora no apareció, un día sin más llegó a verme, seguía siendo la misma mujer que vi aquél día en la estación, no había tristeza en su rostro. Sólo estaba ahí para acompañarme, cada día al atardecer ella llegaba a mi casa, para tranquilizarme.






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p.d: entrada pendiente de edición e.e

martes, 26 de junio de 2012

Historia sin nombre

Hola nuevamente mis queridos "gardeners", ¿qué tal les ha ido en esta semana? ¿ su vida no ha podido transcurrir con normalidad debido a la inquietud que causa en no saber en desembocará esta historia? Pues, aquí me tienen, he llegado para calmar vuestra inquietud.

Resumiendo un poco, en nuestro anterior capítulo - cero adrenalínico por lo demás - nuestra querida Eleanora le arrienda la casa familiar a Matilda, para que que comience una nueva vida junto a Allan, pero ... ¿qué les deparará el destino a estos entes? 

Sin más preámbulos, preambulosos, aqui les "cuelgo" el cuarto capítulo! Enjoy it! n.n


IV
Adiós 

Llegué al pequeño pueblo en que habitaba, y lo primero que hice fue ver a Amanda (como siempre lo hacía), para contarle todo lo que sucedió durante esos días. Le conté de como Eleanora se había molestado por leer ese libro, que era la dueña de la casa que arrendaríamos, mi incapacidad para tutearla y cómo eso me preocupaba. Ella insistió en que todo era una casualidad, que no debía preocuparme, no era de por si algo que ocurriera todos los días, pero tampoco que no pasara, así que deje de darle vueltas al asunto.
Así fue como transcurrió el mes estipulado para comenzar a usar la casa. Allan rindió su tesis excelentemente, como de costumbre, Amanda y yo también hicimos lo nuestro. Luego de esto terminé  la gran mayoría de los trámites en la universidad, sólo faltaba la titulación, pero nos llamarían, así que no debía preocuparme.
Regresé donde Allan, mañana comenzaríamos con la mudanza. Eleanora enviaría gente a ayudarnos a limpiar, a cambio de que mantuviéramos el mobiliario original. Esa noche Allan recibió una llamada.
        ¿Quién era, Allan? – pregunté.
        De la universidad, nada importante – su expresión pareció cambiar por un instante.
        Mmh… te creeré – me amurré como de costumbre.
        No tiene de que preocuparse señorita – acarició mi cabeza.
        Allan, si algún día nos llegáramos a separar… ¿tú me lo dirías, verdad?
        ¿Aah?... ¡¿pero de qué hablas?!, claro que te lo diría – miró hacia la ventana.

No sabía en realidad porque había preguntado esto, sólo sentí que debía hacerlo, no era que no hiciera preguntas de este tipo, pero Allan se sobresaltó más de lo habitual.
Y así fue como transcurrió nuestro primer mes, la mudanza fue mucho más llevadera gracias a los trabajadores que había contratado Eleanora, el polvo acumulado era realmente abrumador, parecía la casa no hubiera sido habitada hace siglos. Nos hicimos del cuarto ubicado en el segundo nivel, tenía un gran ventanal que daba al oeste, lo que hacía que entraran los últimos rayos de sol del otoño.
En este tiempo, había conseguido un empleo, algo pequeño, pero que permitía que cubriera todos mis gastos; Allan, seguía en la universidad, trabajando como ayudante. Todo parecía maravilloso, hasta aquella noche.
        ¿Qué te ocurre, te ves extraño?
        Mmh… algo así. Debemos hablar – su rostro parecía sombrío.
        No me asustes ¿qué ocurre? – estaba confundida.
        Puedes odiarme después que te diga esto… - hizo una larga pausa- mañana me voy… me voy a Ámsterdam por unos meses…
        P, pe, pero… pero ¡¡¡ ¿de qué estás hablando?!!! - no entendía nada.
        ¿Recuerdas que postulé a una beca en el extranjero?
        Sí, algo recuerdo de aquello.
        Pues, me la gané… es por eso que me llamaron hace un mes – miraba el piso.
        ¿¿Por qué… por qué no me dijiste nada??
        No quería preocuparte.
        Pero… ¿por qué esperar hasta ahora?, ¡¡DIME ALLAN!!
        Ya te dije … no quería preocuparte, no quería romper tus ilusiones – me tomó de los hombros.
        ¡¡DÉJAME!! – corrí sus manos- ¿cómo… cómo no fuiste capaz de creer en mí?  - las lágrimas comenzaban a desbordarse de mis ojos- ¿¿POR QUÉ?? – corrí de aquel lugar.
        ¡¡ESPERA MATILDA!!

Me sentí traicionada. ¿Por qué había esperado hasta el último momento para contármelo?, ¿tan poco confiaba en mí? Me sentía desplazada, pero a pesar de todo lo comprendía. Siempre ponía mí corazón delante de las cosas, y así, fácilmente resultaba herida, Allan lo sabía bien y seguramente quiso hacerme feliz durante este mes… pero aun así no lo comprendía… ¿por qué no lo dijo antes?
Regresé entrada la noche. Allan no estaba, había dejado una nota “Regreso más tarde”. Me tiré en la cama; desperté al día siguiente cubierta por la chaqueta de Allan. Me levanté, el ya estaba listo para partir.
        Conversé con el director del departamento, pero dijo que ya no se podía hacer nada, era demasiado tarde - dijo resignado-  de verdad, lo siento.
        ¿Puedo acompañarte? – dije casi suplicando.
        Mhh – fue todo lo que él dijo.
El viaje al aeropuerto transcurrió en silencio. El tiempo parecía ir deprisa, se conjugaba en mi contra. Tomé la mano de Allan, estaba fría. Llegamos al aeropuerto, él hizo los trámites necesario para emprender su viaje. Lo miraba a la distancia, se veía tan lejano, y aun cuando regresó lo más rápido que pudo, él no me pertenecía, no en ese momento.
        Los pasajeros del vuelo 317, por favor, acérquense, el vuelo comienza dentro de 15 minutos” –dijo una voz.
        Debo partir Matilda – su voz quebrada era increíblemente dulce.
        No te vayas Allan – dije en un hilo de voz.
        Hasta luego – sus ojos que aguantaban las lágrimas brillaban bellamente.
        No te vayas Allan – mi voz se quebraba.
        Te amo, Matilda – sus labios fríos , que era míos por última vez se alejaban.
        No te vayas Allan – las lágrimas no se detendrían.
        Debo partir mi querida – sus manos frías soltaban mi cintura, su calor se iba.
        ¡¡¡¡¡ALLAN!!!!!

Sabía que era por poco tiempo, pero dolía. Me sentí abatida. Una voz susurró a mi oído.
       “Ellos son siempre así, él no pudo cumplir su promesa”
Me sobresalté, me volteé, Eleanora estaba ahí, tomaba mi cintura con una de sus manos, con la otra corría mi cabellos y lo ponía tras mi oreja.
        Una señorita no debe dejar que vean sus lágrimas – secaba las lágrimas sobre mis mejillas.
        ¿Tú? ¿qué haces aquí? – estaba perpleja.
        Sólo pasaba por aquí – me sonrió.
        Eso es extraño.
        Jajaja, te invito a un café. La cafetería de este aeropuerto sirve un cappuccino inigualable, ¿vamos? – puso una de sus manos sobre mi frente.

Sus manos estaban frías, pero el contacto de ellas con mi piel hacía que me calmara, no lo podía explicar, era como magia.



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