domingo, 29 de julio de 2012

Historia sin nombre

Hace frío en el ambiente, mas estando junto al fuego este no se siente. Ams, estoy poco creativa, creo que las vacaciones me tienen un tanto ... floja ... pero eso no impide que me entregue a ustedes (?).

Bueno, menciones especiales ...
1.- A Alice - chan, quien espera impaciente cada capítulo.
2.- A mi querido Alex ... *Peter I <3 you*
3.- Y todos quienes me siguen ... se les quiere.

Comentarios precios a la entrega ... Jun-sama:  ¡¡¿¿Por qué me haces sufrir tanto con Pandora Hearts??!! ... siento que moriré ... aaaaahhhh, esa historia se torna cada vez más "terrible" ... *no me hagan caso, estoy algo loca*.

Y para despedirme ... Disfruten este 7° capítulo de esta "historia sin nombre" ... que está hecho con todo cariños para ustedes! n.n




VII
Renacer

No pensé que ella hablara en serio, todo parecía tan irreal, pero su actitud al contarme todo aquello, no hacía nada más que reafirmar que lo que había dicho anteriormente, era cierto.
– No puedo creerlo – titubeaba – no es posible.
– Sí, yo tampoco podía creerlo. – me miró resignada.
– Pero, ¿qué pasó entonces? – no podía aguantar la curiosidad.
– Pues, verás, como recordarás yo detestaba todo a mi alrededor. Y aquello puso fin a toda aquella desdicha.
– Y, ¿quienes eran ellos? – mi mente se nublaba, había muchas cosas que quería saber.
– Bueno, creo que lo más adecuado sería que continuara con la historia –arqueó una ceja- Así que ahora cerrarás esa pequeña boca que tienes y me escucharás atentamente.
– En que quedamos, ah si, ya lo recuerdo… aquella noche, y aquel sujeto - suspiró-
Recobré el conocimiento al cabo de unos días, en aquel momento no sabía que pasaba. Abrí los ojos, y me di cuenta que no estaba en mi habitación, estaba en una habitación amplia, con una exquisita decoración. Yo, me sentía confundida, quise levantarme, pero me desvanecí en el acto, sentí que algo andaba mal, mi cuello se sentía extraño, por esto me llevé la mano a este, lo toqué, y ahí estaban, las marcas de una mordida. En aquel instante no pensé que fueran nada raro, podría habérmelas hecho luego de perder el conocimiento, no lo tenía claro en realidad.
Entonces, entró en la habitación. Estaba asustada y confundida, pero él acercó a la cama en la que me encontraba y se sentó.
                – Cálmate, no tengas miedo, todo está bien – dijo en tono tranquilizador.
Él extendió una de sus manos, pero yo me corrí, él no se inmuto, siguió igual de tranquilo que al comienzo. Esto hizo que paulatinamente me sintiera mucho mejor, ahora que lo pienso, esto era de esperarse. Él era un vampiro anciano, y una de sus habilidades era precisamente esta, el poder calmar a las personas.
– ¿Quién eres? – le pregunté.
– Soy Leandro – respondió calmadamente.
– Dime, ¿qué hago aquí?, ¿dónde esta ese hombre que encontré luego de que me dejaras en la plaza? – las preguntas eran tantas que no sabía por donde comenzar.
– Bueno, verás, aquella tarde, luego de que hicieras caso omiso a lo que te dije, fuiste atacada por ese hombre – su cara cambió, sólo por un instante a una expresión de odio – Yo te encontré en aquel callejón, estabas inconsciente por eso te traje a este lugar, mi casa.
– ¿Quién era él?, ¿por qué te llamaba a ti?, ¿acaso son enemigos? – continuaba interrogándolo.
– Él es Christian, alguien con quien no tengo una muy buena relación, al menos eso te puedo contar por ahora – me sonrió – Por cierto, ¿cómo te sientes? – cambió el tema de raíz.
– Ah, bien, algo mareada, y con algo de hambre, creo.
– Descansa, te traeré algo de comer – se retiró de habitación.
Todo aquello era tan confuso. Dormí por mucho rato. Cuando desperté, ahí estaba él, con una bandeja de comida suculenta. La comí, pero persistía una extraña sensación en mí, no podía describirla en ese entonces, pero ahora si lo tengo muy claro. Algo se sentía extraño en mi garganta, era una especie de sed, de hambre que persistía aun cuando Leandro trajera exquisitos platillos, era como un calor que no se aplacaba con la bebida. Esto me extrañaba, así que se lo comenté a Leandro. En aquel instante su cara se desfiguró, era una mezcla de miedo y desesperación, sólo recuerdo  haberlo visto así dos veces en la vida; en ese momento y cuando nos separamos.
– Iré a buscar algo – dijo mientras mantenía esa sombría expresión en su rostro.
Regresó con una copa, y me la dio para que la bebiera. Yo confiaba ciegamente en él, así que sin dudarlo bebí de esta. Lo que sentí en ese instante fue como beber agua en un día de calor, cómo lo que ha de sentir aquel hombre perdido en el desierto sin agua al encontrase con un pequeño oasis en la nada. Sentí un placer inexplicable, aquella sensación en mi garganta disminuyó en la medida que bebía, me sentía… ¿feliz?
– ¿Qué me diste de beber? – pregunté.
– Sangre – respondió, sin no antes empeorar la expresión en su rostro.
– S …  sa … ¿sangre?… que diabl… - me interrumpió.
– Tenía la esperanza en que no lo hubiera concluido.
– ¿Concluir qué? – comenzaba a asustarme.
– El rito.
– ¿Rito?, no entiendo ¿Qué me está sucediendo, Leandro?
– Pues, verás, tu eres una vampiresa – nuevamente esa expresión de dolor cruzaba su rostro.
– ¿Vaam… piresa? – pregunté extrañada.
– Sí, en eso te ha convertido, Christian, aquella noche en que te dejé en aquella plaza.
– No, no lo comprendo del todo, ¿cómo pudo haber ocurrido?
– Verás, para que un vampiro nazca, es necesario que uno de ellos beba tu sangre hasta que quedes en un estado en el que “estés a punto de exhalar tu último respiro de vida”, es ahí cuando este da de beber su sangre. En ese momento tu cuerpo comienza a transformarse, deja el estado terrenal, la debilidad de los humanos y se convierte en algo más poderoso.
– ¿Ah?
– Aquella noche, sentí un aroma embriagante, el de la sangre fresca, lo seguí, y ahí estabas, en aquel callejón, extendida sobre el suelo y Christian aún sobre ti. No pude saber en ese instante si tan sólo había bebido tu sangre, o si había completado el rito. Lo enfrenté, luchamos y logré traerte conmigo. Albergaba la esperanza de que siguieras siendo humana, pero, cuando dijiste que sentías ese ardor en tu garganta... lo supe, eras una de las nuestras.
– Pero, ¿por qué yo?
– Eres especial, habitualmente no prestamos atención a los humanos, sólo acudimos a ellos cuando el hambre es insoportable, pero tú eras especial, destacabas entre aquellos humanos preocupados por sus tristes y limitadas vidas.

Luego de aquello, visité mi familia, no porque los extrañara, sino que deseaba traer algunas cosas que eran mías, y sentía me hacían falta, tal vez, por mera costumbre. Mis padres ni se inmutaron ante mi presencia, yo, no estaba interesada.





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Gracias por leer ^^

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